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Dentro de
la especialidad de grafopatología, una de las áreas más complejas es la
enseñanza de la identificación del cáncer en la escritura.
Adquirir
la experiencia y capacitación necesaria para colaborar con el médico oncólogo
conlleva un largo tiempo de estudio y abarca una compleja y muy extensa área de
conocimientos dentro de la especialidad.
De ahí
que resulta preocupante la existencia de algunos audaces, que devenidos en
especialistas en grafopatología y sin cuidado alguno, se lanzan alegremente a la
enseñanza de la identificación del cáncer en la escritura; y lo que es peor
aún, en ocasiones algunos de ellos o sus propios alumnos, sin supervisión médica
alguna, se convierten en improvisados “diagnosticadores” de desprevenidos y
preocupados individuos, que en la búsqueda de una solución a sus males caen
confiadamente en las redes de estos inconscientes aventureros, que a mi parecer
terminan resultando más peligrosos que un mono con una navaja de barbero en
mano.
Si bien
es cierto que el cáncer es una patología que en sus inicios fundamentalmente se
caracteriza por las modificaciones que sufre la presión en la escritura,
presentándose luego y de acuerdo a su evolución otros ítems grafomotores, sería
importante para todos tener en cuenta que para que la enseñanza de la
identificación del cáncer en la escritura posea un viso de seriedad, se requiere
por parte del profesor un extenso desarrollo del tema, y esto va mucho más allá
que el mero hecho de limitarla a un simple listado de signos que se encuentren
exactamente de la misma manera en todos los casos, y a pretendidas explicaciones
médicas y apuntes que - en algunas ocasiones - no son otra cosa que un
copia-y-pega de diferentes páginas de Internet.
Si algo
debemos tener muy en claro en el ámbito de la grafopatología es que antes de
presuponer que nos encontramos ante la presencia de una patología cancerosa, o lo que es peor aún, aventurar que la misma afecta a un sistema u órgano
determinado,
existen
condiciones y variables a tener en cuenta.
De manera
que si se pretende enseñar al respecto, mínimamente resulta imprescindible que
el profesor esté en condiciones de explicarle al alumno lo siguiente:
-
Cuáles son las modificaciones que se pueden presentar en el trazado de
acuerdo al útil escritor empleado, las deficiencias de la tinta, del soporte
y del apoyo, que puedan ser confundidas con una patología.
-
Cuáles son las vías de extensión por contigüidad, linfática y hematógena de
los tumores malignos y cuáles son las diversas formas de presentación, ya
que en esta patología el trazado puede ir variando de acuerdo a los
diferentes estadios de la enfermedad y/o tratamientos aplicados
(indudablemente se debe saber diferenciarlos para enseñarlos).
Por
ejemplo, es importante tener en cuenta que, en el caso de los tumores malignos
del hígado, los tumores primarios son los menos frecuentes, a cambio de la
asiduidad de la presentación de los tumores hepáticos metastáticos, procedentes
de otros órganos. Y que si bien los indicadores que manifiesten un proceso
canceroso son las modificaciones de la presión, algunos otros signos
correspondientes al ítem y los signos que sugirieran la presencia de una
alteración hepática (los que permiten reconocer afecciones hepáticas)
podrían deberse no a un carcinoma sino a otras causas, como, por ejemplo, una
patología concomitante o una consecuencia secundaria producida por algún fármaco
o tratamiento aplicado. Por lo tanto, se deberían descartar en primer lugar
estas posibilidades antes de atribuir el cambio gráfico a una alteración de ese
órgano en particular y presuponer o sugerir la presencia de una patología
oncológica hepática.
Otro
ejemplo estaría dado en el caso de la investigación de las neoplasias
hematológicas, que resultan aún más complicadas de identificar, ya que al ser
patologías sanguíneas por una parte no siempre presentan inicialmente las
características alteraciones del trazado (de la presión) y por otra interrumpen
las funciones normales de la médula ósea, además de poder infiltrarse al bazo,
hígado, ganglios linfáticos, sistema nervioso central, etc. En ese caso
deberían considerarse todos los posibles trastornos que pueden afectar a cada
uno de ellos, los síndromes anexados, y las variables por metástasis (ya que se
trabaja por asociación de variables).
Por otra
parte, en la enseñanza siempre se debe advertir al alumno que el cáncer es una
enfermedad que es a la vez médica y emocional, por lo que el gesto gráfico sufre
además otras modificaciones independientes a la patología orgánica que también
deben saber diferenciarse.
Y estas
son sólo algunas de las cuestiones a considerar…. ni qué hablar cuando a signos
prodrómicos la cuestión se refiere.
De
acuerdo a lo anteriormente expresado, vemos entonces que pretender enseñar a
reconocer el cáncer en la escritura a través de un simple listado de signos no
sólo es un absurdo, sino además muy poco serio.
Si no
existe por parte del improvisado profesor un mínimo de conocimiento respecto al
tema y una legítima práctica, mal puede transmitir a sus alumnos los
conocimientos necesarios y menos aún contribuir a que los mismos adquieran las
habilidades necesarias para su uso en la práctica laboral.
El
estudio del cáncer en la escritura es un tema que no puede ser tomado a la
ligera y menos aún ser trasmitido - como algunos inconscientes mercaderes de
la desinformación pretenden - simplificándolo a unas cuantas clases y una serie
de apuntes que no conducen a ninguna otra parte más que a una babélica y
peligrosa confusión del alumno.
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