Muchas personas en todo
el mundo creen que la astrología es una cosa muy seria, y en consecuencia se
pasan la vida basando sus decisiones según las predicciones de los horóscopos y
las cartas natales, desconociendo desde luego que tales pronósticos tienen sólo
un valor lúdico y carecen por completo de fundamento científico.
Con el único sustento que le
proporciona el frágil andamio del pensamiento mágico, la astrología no es otra
cosa pues que una especie de superstición ancestral no muy diferente a la que
hace que alguna gente le eche la culpa de sus desgracias a los gatos negros y a
los espejos rotos. O, en cualquier caso, es casi lo mismo que las otras
prácticas adivinatorias como por ejemplo el tarot, la quiromancia o la simple
bola de cristal. Y, claro está, no es en modo alguno extraño que así sea ya que
para dar con el origen de la astrología debemos retroceder casi cuatro mil años
y situarnos en aquella antigua Babilonia dominada por la magia y la mitología,
cuando una primera casta sacerdotal astrológica sumó dos más dos partiendo de un
simple concepto: el Sol era fuente de vida y , con las estrellas, controlaba las
estaciones; la Luna regía por su parte las mareas, de modo que lo más
"razonable" era pensar que aquellos otros cuerpos que había en el cielo, esas
luces menores y vagabundas llamadas planetas, bien podían ejercer una influencia
real sobre la vida humana...
Así planteada desde entonces y
hasta nuestros días, la premisa básica de la astrología viene sosteniendo que si
se conocen la fecha y hora exacta de nacimiento de un individuo, y su relación
con los cuerpos celestes - constelación en la cual se hallan los planetas en ese
momento -, se puede averiguar sus características físicas, personalidad, salud y
por supuesto su destino. Idea ésta que, por lo demás, supone un Cosmos diseñado
y organizado para el particular beneficio del hombre, y nos hace evocar aquella
misma vanidad que alguna vez nos hizo creer a través de Claudio Tolomeo - a
quien los astrólogos le deben todas esas cuestiones sobre planetas ascendentes
y tal o cual "casa" lunar o solar - que la Tierra era el centro del Universo.
Sin embargo, que los
astrólogos de hoy se comporten como congelados en el tiempo, defendiendo todavía
una insostenible postura antropocéntrica y haciendo caso omiso de todo lo
aprendido desde la época de Copérnico, Kepler y Tycho Brahe hasta el presente,
no puede sorprendernos sino, en todo caso, más bien ayudarnos a entender la
razón de ser de la más profunda ignorancia que los lleva a soltar la lengua
alegremente y definir como "ciencia" a la astrología. De hecho, en boca de los
astrólogos la palabra "ciencia" suena vacía de contenido, ajena y, por cierto,
patéticamente pretenciosa...
La astronomía moderna y desde
luego la nueva física han socavado por completo la cosmología astrológica. Ahora
sabemos, por ejemplo, que los planetas son mundos más o menos como el nuestro; y
conocemos la existencia de Urano, Neptuno y Plutón que fueron descubiertos mucho
después del nacimiento de esta oscura práctica adivinatoria (curioso es que los
astrólogos de antaño no hayan "sentido" su influencia ni pronosticado su
aparición antes que el telescopio los hubo puesto a la vista). Ahora también
sabemos que hay en el Universo cantidades incontables de otros objetos como
lunas y planetas, cometas y asteroides, pulsars y quasars y agujeros negros,
galaxias en explosión, estrellas simbióticas y etcétera, que eran del todo
desconocidos para los inventores de la astrología (y no se nota que ninguno de
ellos les haya puesto atención ni antes ni ahora...).
Hoy por hoy, conocemos cuatro
fuerzas que rigen la naturaleza: gravedad, electromagnetismo, fuerza débil y
fuerza fuerte; ninguna se pronuncia: eeehhhhh....huuummmm....esssteeeee....mmmmmm...como
suelen hacerlo los astrólogos cuando se les mencionan; y ninguna de éstas,
tampoco, explica la pretendida influencia ejercida por los planetas y las
estrellas en el momento del nacimiento de una persona. Los astrónomos dicen al
respecto que, por ejemplo, la influencia gravitacional del cuerpo del médico en
la sala de parto supera por mucho la de cualquiera de los planetas, en tanto
otros científicos agregan que todo lo referente a características físicas y de
personalidad son la resulta de la genética y de las influencias ambientales y
el aprendizaje. Conque ¿alude la astrología a alguna fuerza desconocida?
¿Tiene ésta algún nombre ya o debemos contentarnos con llamarla por ejemplo
abracadabra? ¿Qué teoría física la explica? Y su influencia, ¿obedece a la
ley del inverso del cuadrado de la distancia descubierta por Newton?
Por supuesto, es en vano
esperar alguna respuesta que no suene a chapucería. Definitivamente, los
astrólogos no pueden explicar cómo y por qué los planetas y las estrellas
influyen, como dicen, en las personas; de modo que todo se trata simplemente de
creer o no creer...como sucede con la magia. Y para los que creen, claro, el
horóscopo siempre será acertado, diga éste lo que diga... Un buen ejemplo de
esto se puso de manifiesto en el estudio que Geoffrey Dean realizó para
Skeptical Inquirer, cuando cambió el horóscopo de 22 individuos, sustituyéndolo
por el opuesto, y comprobó que aun así, luego, todos afirmaron convencidos que
los pronósticos se referían a ellos. Este fenómeno psicológico, común a todas
las prácticas adivinatorias (mancias) se ha llamado alguna vez,
humorísticamente, "principio del calcetín estirado", aludiendo a tales prendas
que hoy uno puede comprar seguro de que servirán para diferentes tamaños de
pies, al igual que los adjetivos generales que utilizan los astrólogos y que son
aplicables para la mayoría de la gente. Pero, con independencia del sistema de
creencias del sujeto, la falsedad e ineficacia de la astrología no ha resistido
ni siquiera la prueba más elemental, como lo demuestra el informe de Shawn
Carlson, publicado en la prestigiosa revista Nature, en diciembre de 1985,
cuando habiendo sido sometidos a examen 30 astrólogos de Europa y Estados Unidos
se les solicitó que, de acuerdo a lo que ellos mismos afirmaban que podían
hacer, establecieran la relación entre los perfiles psicológicos y los
horóscopos de 116 personas. Para ello, se le entregó a cada astrólogo el perfil
psicológico correspondiente a cada uno de los sujetos, más otros dos perfiles
elegidos al azar y, por supuesto, el horóscopo. La tarea consistía en
identificar simplemente el horóscopo con el perfil correcto. Pero, dejando de
lado el porcentaje esperado por azar, ninguno de los astrólogos fue capaz de
conseguir un resultado positivo. Y desde entonces, por lo menos cinco
experimentos similares han culminado con el mismo resultado negativo para la
astrología.
Como vemos pues, basta apenas
una superficial mirada crítica como la que acabamos de dar para descubrir sin
esfuerzo que la débil luz que titila en el oscuro mundo de la astrología nada
tiene que ver con el brillo del progreso científico, sino más bien con aquel
tímido fuego alrededor del cual nuestros remotos antepasados se reunían para
conjeturar acerca de la magia y los dioses que cobraban forma en el cielo
nocturno...
¿Será éste el futuro
que algunos pretenden para la grafología?
En lo personal, NO,
gracias...
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